Escuela Yachaikury: fortaleciendo la educación indígena y la identidad cultural en Colombia

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Por José Manuel Martínez 

Durante casi 50 años, la Iglesia Católica, mediante acuerdos con el Estado colombiano, fue responsable de la educación de los niños y niñas indígenas Inga en el departamento del Caquetá. No obstante, la deserción escolar, la pérdida de su cultura y el desplazamiento de su lengua materna se convirtieron en problemas graves. En 1994, como respuesta a esta situación, nació la Escuela Yachaikury en el territorio Inga, en el Caquetá, con el objetivo de frenar esa realidad.

Flora Macas Zighe, antropóloga Inga, una de las creadores y, en el presente rectora de la Institución Educativa Rural Indígena Especial (IERI) Yachaikury, junto a su compañera Waira Jacanamijoy, artista y lideresa del pueblo inga, de la comunidad de Yurayaco de la Asociación Tandachiridu Inganukuna, fundaron la Escuela Yachaikury, que significa “seguir aprendiendo”, con sede en el resguardo Inga de Yurayaco, del municipio San José del Fragua, en el departamento de Caquetá, al sur de Colombia. “Cuando inició el colegio, no sabíamos si seríamos capaces de administrar la educación”, señala Macas. Desde aquí, comenzaron en la búsqueda de maestras y maestros indígenas que hablarán su lengua materna y juntos formaron un proyecto para reforzar la medicina tradicional y el conocimiento sobre las plantas, la enseñanza de la lengua materna, el arte popular, la organización social y el manejo de los territorios. 

Para el año 2003, la Escuela recibió la licencia de funcionamiento que les permitió operar como un centro educativo privado, por parte de la Secretaría de Educación Departamental del Caquetá. En el 2009, empezaron a plantear el proyecto educativo del pueblo Inga a nivel nacional y, a través de once años se mantuvo en pie por medio de donaciones y convenios. Para el año 2014, fue un antes y un después para Yachaikury, ya que lograron pasar de lo privado a lo público. Según Macas, el Estado colombiano para 2015 decidió enviar a la Secretaría de Educación con el objetivo de establecer alianzas, firmar convenios y designar a algunos docentes. Al mismo tiempo, universidades y otras organizaciones comenzaron a mostrar interés en colaborar en este ámbito.

En el presente, 253 estudiantes concurren a Yachaikury, desde los cinco hasta los 19 años de edad, distribuidos entre su sede principal y 11 sedes educativas más, ubicadas en municipios limítrofes, como Solano, Belén de los Andaquíes y Solita. Las niñas y niños, junto con sus maestros y abuelos guías, aprenden a ser investigadores. Descubren qué plantas son aptas para el consumo y tienen propiedades curativas. Cultivan sus propias chagras, sembrando cultivos tradicionales para obtener alimentos saludables, medicina natural y recuperar semillas. Además, aprenden a pescar, cuidar su territorio y organizarse comunitariamente. El 60% de los niños que se han graduado, entre los años 2006 y 2020, retornaron a sus territorios a contribuir como líderes o docentes de sus propias escuelas y comunidades. Además, el 15 % de los egresados comenzaron a formarse en carreras profesionales, mientras que dos ex alumnos continúan como aprendices de medicina tradicional. 

Los valores compartidos entre la Fundación Entre Soles y Lunas y la Escuela Yachaikury es el enfoque integral que ambas entidades aplican en sus proyectos. La Fundación Entre Soles y Lunas es una organización internacional que promueve buenas prácticas en transparencia y gobernanza, trabajando para garantizar la eficiencia y la excelencia en la gestión de proyectos. Su enfoque se articula en ámbitos de educación, comunicación, cultura y arte, siempre alineado con el quíntuple impacto social, económico, ambiental, espiritual y cultural en armonía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. 

Dentro de su trabajo, la Fundación lleva a cabo iniciativas como ‘Patrimonio en Movimiento’, que investiga y observa la incidencia del patrimonio material e inmaterial en los seres humanos y sus contextos, formulando proyectos que responden a las necesidades sociales, económicas y medioambientales. Esta visión de promover la regeneración integral de comunidades y elevar la calidad de vida en armonía con el planeta se alinea perfectamente con el modelo educativo de la Escuela Yachaikury, que también busca preservar la cultura indígena, y fortalecer el tejido social de las comunidades.

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