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Urbanización y patrimonio: una relación desafiante en el marco del desarrollo sostenible.

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Por: Marco Fidel Suárez Bedoya

En días recientes, el puerto de Liverpool en Reino Unido fue eliminado de la lista de patrimonio mundial. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, tomó esa decisión argumentando que los planes urbanísticos dañarían irreversiblemente el patrimonio histórico del lugar. La misma suerte podría correr Cartagena de Indias, la memorable ciudad amurallada del caribe colombiano, todo por cuenta de un “pequeño” edificio que afecta el valor universal excepcional por el que La Heroica entró a la lista de patrimonio mundial en 1984. Tal parece que la polémica torre Aquarela, que se construye a una cuadra del mítico Castillo de San Felipe de Barajas, será demolida, pero la Unesco no solo lo ha exigido, sino que, además, ha ordenado al Distrito que se aprueben e implementen dos planes especiales de manejo y protección del patrimonio: el Plan Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico (Pemp), y el Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Dichas medidas pondrían fin al caos urbanístico en la ciudad y estarían apoyadas por la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura. 

Los planes urbanísticos parecen buscar, desesperadamente, la manera de albergar, cada día, a más y más ciudadanos. Según la Unesco, más de la mitad de la humanidad, es decir, 3.900 millones de personas, vive en ciudades. Una cifra que se ha multiplicado por cinco desde 1950. Según la CEPAL, América Latina es la región más urbanizada del mundo en desarrollo. Dos tercios de la población latinoamericana vive en ciudades de 20.000 habitantes o más y casi un 80% en zonas urbanas. El crecimiento de las ciudades termina afectando, de una u otra forma, el patrimonio local. Las ciudades requieren cada vez más edificios para más personas que interactúan social y culturalmente, que tienen un sinfín de necesidades de todo tipo y que harán mil y un usos de su entorno. 

Estas situaciones nos ponen de cara ante la relación existente entre urbanización y patrimonio, entendiendo este en todas sus categorías (arquitectónico, inmaterial, natural, etc.); una relación que, si no se coordina adecuadamente, se convierte en una amenaza para la sostenibilidad. El problema pareciera radicar en que comprendemos el concepto de desarrollo sostenible, pero en la práctica seguimos marginando la cultura, y que seguimos viendo el patrimonio como meros edificios antiguos comercialmente explotables para el turismo. 

Muchas veces olvidamos que la preservación del patrimonio requiere, como explica García Canclini (1999), una mirada participacionista. Este servidor lo traduce de la siguiente manera: el patrimonio va más allá del edificio a conservar; es el significado y el uso que una comunidad humana tiene y hace de él. En una sola palabra, es apropiación. En el caso de una casa, un castillo o un sector patrimoniales, no es solo la fachada, que generalmente es el aspecto más apreciable para el turista, sino también, la técnica ancestral de construcción, la geometría de sus espacios, el arte utilizado en su decoración, los acontecimientos históricos que allí se registraron, entre otras características que le hacen particular, y, lo más importante, el significado que tiene para sus habitantes y vecinos. 

Así pues, se trata de conservar espacios patrimoniales para que recuerden al pueblo su identidad, su historia y sus valores. El aprovechamiento económico no está en la mera observación del sitio patrimonial sino en el entramado cultural que allí surge y se expresa. Es decir, ofrecerle al visitante la posibilidad de ser parte de él, de compartirlo, de sentirlo tal como lo hace la comunidad a quien pertenece. Conservar el patrimonio es darle vida propia, permitir que el nativo se apropie de él y que reciba de él más que dinero. Es algo que la urbanización debe tener claro en su crecimiento pues la cultura es motor de desarrollo humano y cohesión social. 

Teniendo en cuenta que uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en la Agenda 2030 propuestos por la ONU, son las ciudades y comunidades sostenibles, y que lograrlo significa redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural y natural del mundo, necesitamos planes urbanísticos conscientes de las interacciones sociales y culturales de los ciudadanos. Es decir, más allá de ofrecerles un espacio para habitar es ofrecerles un espacio para desarrollarse plenamente, y ese desarrollo implica darle a la cultura y al patrimonio, el lugar que se merecen. 




Referencias:

CEPAL. (2012). La urbanización presenta oportunidades y desafíos para avanzar hacia el desarrollo sostenible. [En línea]. Disponible en:  https://www.cepal.org/notas/73/Titulares2 

García Canclini, N. (1999). Los usos sociales del patrimonio cultural. Patrimonio etnológico: nuevas perspectivas de estudio. Coord. por Aguilar Criado, E. ISBN 84-8266-093-4. Pp. 16-33.

UNESCO. (2021). La UNESCO por las ciudades sostenibles. [En línea]. Disponible en:  https://es.unesco.org/unesco-for-sustainable-cities 


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