En América Latina y el Caribe cada día suceden con más frecuencia catástrofes naturales. La crisis climática se acrecienta de manera veloz y nuestra relación con la naturaleza debería convertirse en la prioridad de las políticas públicas. Ante la falta de intervención de los Estados, diversas organizaciones como el Movimiento Agroecológico Latinoamericano y del Caribe (MAELA) promueven la agroecología como una práctica esencial y estratégica de la sostenibilidad con el trabajo conjunto de los pueblos de la región.
La preocupación por estas catástrofes no reside únicamente en la frecuencia y rigidez con las que se desarrollan sino con la naturalización de las mismas por parte de las sociedades y los gobiernos, desviando así el foco en la implementación y análisis urgente de los eventos para su resolución e inversión tanto en el presente como a nivel futuro. Incendios forestales devastadores en Colombia, Guatemala y Chile, lc.Las olas de calor extremas en Centroamérica, inundaciones en Argentina y Brasil son solo el comienzo de un proceso de deterioro del territorio que siguen comprendiéndose como episodios aislados.
Los últimos incendios en Colombia, Chile y Guatemala han sido exasperados por las prácticas agrícolas sin visión sostenible que continúan obsoletas junto a la deforestación sistemática de los bosques. En Colombia, por ejemplo, solo en el año 2022 se deforestaron más de 174 mil hectáreas de selva amazónica según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM). La presión respondida de los intereses económicos de empresas privadas impulsa incendios con frecuencia seguida que arrasa con la biodiversidad, los territorios y pone en peligro la vida de las comunidades locales. La destrucción de estos ecosistemas que regulan el clima y las emisiones de gases del efecto invernadero que aumentan exponencialmente con el correr de los años son las causantes directas de la ola de calor extrema que sucedieron en Centroamérica los últimos meses. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la temperatura de algunas de las regiones de Guatemala alcanzó los 42°C, marcando un récord histórico. Las poblaciones de bajos recursos son en mayor medida afectadas ya que no cuentan con la infraestructura y las necesidades básicas cubiertas para hacer frente a estas olas extremas.
La atroz deforestación en la Amazonía alcanzó en el 2021 los 13.235 kilómetros cuadrados, según datos de del Instituto Nacional de Investigaciones Especiales de Brasil (INPE), alterando los ciclos hidrológicos y provocando grandes y continuas inundaciones en Brasil, Uruguay y Argentina. Los hogares y territorios de las comunidades se vuelven prácticamente irreparables debido a que la frecuencia de lluvias es tan persistente que no permiten así, la construcción de una infraestructura que pueda hacerles frente.
Un cambio radical en la relación que tienen los seres humanos con la tierra y la naturaleza es inminente y se ve relegado a las posiciones negacionistas de políticos y empresarios que priman el aumento de capital económico por sobre la conservación de los recursos. En este marco nace, entre otras organizaciones, el Movimiento Agroecológico Latinoamericano y del Caribe (MAELA) que enlaza a organizaciones campesinas, familias productoras, comunidades sin tierra, organizaciones sociales y comunidades indígenas que defienden el modelo de agricultura familiar bajo técnicas agroecológicas. Más de 200 organizaciones campesinas se agrupan en MAELA, impulsadas por el uso de la agroecología como una estrategia del buen vivir y la soberanía alimentaria. MAELA está presente en 20 países de toda América Latina y sus prácticas se construyen desde el conocimiento y las experiencias que aportan las comunidades campesinas y las personas capacitadas en el desarrollo rural sostenible. El objetivo de sus prácticas agroecológicas se basa principalmente en promover la biodiversidad, la urgencia de enfriar el planeta, el uso sostenible de bienes comunes y la atención en la salud del suelo, evitando el uso de químicos sintéticos, prácticas de recolección destructivas y agrotóxicos.
Las crisis climáticas generan directamente la pérdida de flores y frutos en las producciones locales durante las épocas de floración. La cantidad de las cosechas es cada vez menor y la falta de agua potable en los territorios acelera la deficiencia del desarrollo agrícola. Para apalear esta situación, las comunidades rurales de MAELA deciden aumentar la biodiversidad en los cultivos, incorporando plantas que retienen la humedad. El continuo diálogo entre productores y productoras conlleva al intercambio de experiencias y resultados continuos de las prácticas para detallar su perfeccionamiento lo antes posible. Al incrementar la biodiversidad, se incide directamente en una mejora de la salud del suelo y en una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que conlleva una estrategia para el proceso de desaceleración del cambio climático.
Las productoras y productores que integran MAELA no solo bogan por los ciclos productivos de la naturaleza y el cuidado de la tierra, sino también por el fortalecimiento del apoyo y unión entre las comunidades de toda América Latina y el Caribe. Consideran a la agroecología como una forma de vida no solo para el planeta sino para las personas, ya que genera herramientas de cuidado y valor de los territorios y del trabajo en conjunto. La preservación de semillas nativas, otra de sus estrategias agroecológicas, está atravesada por conocimientos ancestrales heredados que son compartidos por la diversidad de culturas y de maneras de cuidar la tierra. Generar una capacidad sana de producir alimentos, un ambiente sano y el respeto por las diferentes especies nace y crece y camina un mismo sendero: conservar la vida.